jueves, 19 de agosto de 2010

19 de Agosto 1487: Reconquista de Málaga

Hace 523 años, tal día como hoy, la ciudad se rendía ante las tropas de los Reyes Católicos.

La posibilidad de que Málaga se convirtiese en puerta de entrada de nuevas hordas musulmanas impulsó a los Reyes Católicos a la firme determinación de su reconquista. Segunda ciudad en importancia del reino nazarí de Granada y su principal puerto marítimo, las defensas que protegían la ciudad estaban en consonancia con su categoría de gran urbe.

Erigida en 1057 por Badis, hijo y sucesor en la taifa granadina del rey Habbus ibn Maksan, su alcazaba había ido reforzándose con
el transcurso de los años hasta contar con una intrincada red de sólidas murallas de dura roca asentadas en las agrestes peñas que circunvalaban la población, considerándose su colofón defensivo el inexpugnable castillo de Gibralfaro, el monte del faro de los viajeros fenicios, un formidable alcázar de doble recinto construido a principios del siglo XIV en el punto más alto de la colina que domina la ciudad. Este castillo de Gibralfaro era residencia del gobernador militar de la plaza, Mahamet Zegrí, un sanguinario guerrero emparentado con los reyes granadinos, y cuartel de los temidos gomeres, mercenarios africanos considerados la élite de las tropas nazaritas.

Movilizaron los monarcas católicos un ejército de 45.000 soldados: 25.000 infantes, 12.000 de caballería y más de 8.000 menestrales entre artesanos, picapedreros, herreros, carpinteros, fundidores y demás apoyos necesarios para el arte de la guerra. El traslado del tren de ba
gajes y artillería por los intrincados caminos de la sierra se hizo tremendamente fatigoso, ralentizándose aún más a causa de los continuos enfrentamientos con grupos de musulmanes huidos que se refugiaban en los escarpados riscales de la sierra malacitana.

El día 5 de mayo del año de 1.487, el Rey Fernando ponía sitio a la ciudad de Málaga, ordenando el monarca al Almirante Galcerán de Requesens, corsario tarraconense que había alcanzado el cargo de Capitán General de la armada aragonesa, que impidiese cualquier intento de hacer llegar a la plaza refuerzos o suministros por vía marítima. Sin embargo, la aguerrida defensa llevada a cabo por el Zegrí y sus 12.000 gomeres –a los que tendremos que sumar algunos miles de hombres más, principalmente judíos renegados y tropas nazaríes que habían buscando cobijo en Málaga tras su derrota en la batalla de Vélez- dificultaba en extremo la progresión de las armas cristianas. Pero, con el transcurso de las jornadas, el plan concebido por el Rey dio sus frutos y el hambre y las enfermedades comenzaron a hacer mella en el ánimo de los sitiados que veían como el acertado fuego de la artillería cristiana multiplicaba de manera incesante el número de heridos y muertos y destruía sus propiedades.

Las autoridades civiles de la ciudad propusieron establecer conversaciones con los sitiadores, más se encontraron con la negativa cerril de Mahamet Zegrí.

Las semanas pasaban y la situación en el interior de la medina malagueña se había vuelto tan insostenible que una facción de las fuerzas gomeres optó por realizar una salida a la desesperada, pero fueron descubiertos y derrotados por los hombres de don Rodrigo Ponce de León, Marqués de Cádiz. Tras este fracasado intento, Mahamet Zegrí se encerró con sus leales en el castillo de Gibralfaro sin más opciones que vencer o morir. Aprovechando esta circunstancia, Ali Dordoux, uno de los más relevantes comerciantes de la ciudad, escribió una misiva al Rey Católico rindiendo la ciudad y rogando clemencia para sus habitantes, sumisión que permitió a Fernando de Aragón y Castilla concentrar el ataque de sus fuerzas en Gibralfaro. Aún se prolongarían los combates varias semanas hasta que, por fin, tal día como hoy, a los tres meses y trece días de iniciado el sitio, Mahamet Zagrí claudicaba y el Capellán Real, don Pedro de Toledo, se hacía cargo de la ciudad rendida.

Fue la reconquista de Málaga uno de los episodios más costosos y sangrientos de la lucha por expulsar a los invasores sarracenos, pero su caída propició el dominio cristiano sobre una multitud de pueblos y alcázares en la estratégica costa del reino granadino. Después de restaurar el abastecimiento de la ciudad y dotarla de los servicios imprescindibles, los Reyes nombraron regidor de la misma a don Diego Manrique, tras lo cual ordenaron levantar el campamento y trasladar el grueso del ejército a Córdoba, base desde la que continuarían sus campañas contra los infieles a lo largo de un camino de ininterrumpidas victorias que culminaría cinco años más tarde con la reconquista de Granada.